RELATOS PARA EL JUEVES

EL CASERÓN

Entre dos calles empinadas y estrechas se hallaba aquel vetusto edificio que en otros  tiempos debia de haber sido una gran mansión. Ahora con sus puertas semiabietas y sus cristales rotos, y el  techo despoblado de tejas, se hallaba a merced del viento y la intemperie. Todos los muebles  y demás enseres de la casa, desaparecieron, hacia tantos años, que nadie se acordaba de haberlos visto No se le conocian herederos, y el ayuntamiento del pueblo, se encargaba de tanto en tanto tapiar las puertas, para que no fuera cobijo de indeseables o borrachos. Los vecinos decian que por las noches de luna llena se oian lloros y rezos. Algunos aseguraban que eran multitud de voces murmurando bajito las que se sentian por las madrugadas. Habia versiones para cada gusto, y así iba pasando el tiempo.
Pero un dia llegó un forastero que después de permanecer en el hostal del pueblo, pidió permiso a las autoridades para entrar y ver el caserón y evaluar sus daños para poder rehabilitarlo. Todo el pueblo tuvo una sorpresa enorme, y decidieron poner en conocimiento del recién llegado, lo que se decían
los vecinos de las voces que se oian. El hombre,muy cortés les escuchó a todos y siguió con su plan: pero ¿era suya aquella propiedad?  Entonces sacó de su maletín todos los documentos que le acreditaban, como el auténtico dueño del caserón. Unos pergaminos muy antiguos que le habia entregado su abuelo que como él era judio, y por lo tanto le fueron requisados todos sus bienes al entrar en un campo de concentración.
Tres años más tarde,la finca no parecia la misma. Todo era nuevo y reluciente. Magnífico trabajo que debió costarle una fortuna. Y nadie más habló de los gritos,ni  de los lamentos que se oían antes de la reconstrucción. El misterio era bien sencillo: todas las personas tienen miedo a lo desconocido y a la oscuridad que les hace percibir cosas extrañas, o se las inventan.

(En nuestro país, estas casas abandonadas por sus dueños,no se dan mucho, pero en Centroeuropa, existen aún hoy dia edificios enteros esperando a sus dueños presumiblemente los herederos de aquellos judios muertos por los nazis).