- Tampoco es necesario eu sea demasiado escondido. La personas (generalmente mujeres de todas las edades) les importa un bledo que las vean las reconozcan y adivinen a lo que se dedican. Total que se trata del oficio mas antiguo del mundo. Y una cosa tan importante, no se la puede criticar tan fácilmente y así de golpe, menos. Hay que tener en cuenta muchos condicionantes, y seria bueno tenerlos en la memoria para que se entienda bien todo su cargamento emocional. Allí sentadas las fresco del atardecer, o al de media mañana, frente a ellas para un camión enorme, reciben un cliente muy conocido, que les sonríe y sin mediar palabra las sigue detrás de unos matorrales y cuando sale de allí se siente por fin aliviado, contento. Después de una discusión con sus hijos y un duro día de trabajo, y muchos Kms. a .la espalda y de ver que en su casa siguen los problemas con su mujer e hijos que solo sirven para pedirle dinero. Conchita le escucha con atención mientas él va buscando los caminos del placer. La chica le ha comprendido y le ha acariciado la sién y toda la cara.
- El se siente yá un poco mejor. la chica le ha hecho un favor impagable. Sin duda alguna. Porque no era sexo lo que necesitaba. solo quería amor y comprensión, y allí en aquel lugar reoondito los ha encontrado en abundancia.
- Y sí durante todo la tarde se se van sucediendo los casos y las caridades compartidas. ¿Hay alguien que tenga algo que objetar?
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dimecres, 22 de juliol del 2020
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En un lugar recóndito.
Nada que objetar, pues deberían tenerlas más en consideración ya que ofrecen un trabajo impagable . Me ha gustado tu relato pq reivindica muchas cosas.
ResponEliminaUn fuerte abrazo
Cada uno sabrá qué vende y qué compra. Mientras lo haga libremente...
ResponElimina=)
También me parecieron sillas para mujeres de vida libertina, que es horrible, me parece, y de libre...poquito.
ResponEliminaMuy bueno. Por las sillas, así, solitarias. Un abrazo
¿Objetar? como decir OBJETAR, no. Quizás que sea un poco embarrado en los días de lluvia :-)
ResponEliminaBesos, Montserrat
No tengo nada que objetar. Un relato reinvindicatorio.
ResponEliminaSaludos.