LA GIOCONDA Y YO

Alli estaba ella: Sola en aquella inmensa sala del museo.
Todavía no era la hora de la gran masa de curiosos, que van al Louvre para verla solo a ella, atraídos por su fama. Me acerco, doy un paso atrás, vuelvo a mirar y nada. Yo pretendía,-pobre de mi-,que aquella pintura del gran Leonardo, me hablara de su autor, de su época, del porqué sonreía, de aquella forma tan enigmática. Por fin me senté en el banco que hay delante mismo del cuadro y con una mirada inquisidora, iba pensando: "Pues que quieres que te diga;  Conozco otras chicas mas hermosas que tu, más elegantes y mucho más delgadas". Su respuesta no se hizo esperar. Noté enseguida sus ojos clavados en los míos y entonces fué cuando me quedé completamente a su merced. Estaba cautiva, en aquel banco, prisionera de aquella mirada única, que yo me negaba a reconocer.
Entre ella y yo se estableció, un diálogo sin palabras, una complicidad íntima y secreta. Entonces me relató toda su vida en el majestuoso trono, desde donde miraba al mundo con su semblante malicioso, que la hace estar al día de todas las cosas turbias que ocurren por el mundo. Una mirada solo escéptica, que se confunde con una sonrisa burlona. Comprendí que era su mirada al devenir de la humanidad, cada vez mas loca e incoherente.

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