CADA JUEVES UNA HISTORIA

El fantasma de la ópera.

Este era el título de la película. Un escenario,  una trama y unos actores que los llevé clavados en mi inconsciente muchos años de mi adolescencia. Yo soy muy miedica, lo reconozco, y aún no me explico como fui a ver esta película rodada entonces en Cinemascope, que era lo último. Si he de decir verdad, casi ya no me acuerdo de la trama pero aquella terrorífica expresión del hombre que gozaba  quemando con cera caliente las caras de las actrices del teatro para que fueran inmortales, y que luego las almacenaba en un sótano igual de lúgubre, junto una gran colección de víctimas, era el miedo elevado a la máxima potencia. Aquella mirada y los planos oscuros, muy bien administrados para que hicieran el efecto que se pretendía Para mí y en aquella edad tan temprana durante mucho tiempo me persiguieron aquellas imágenes. Confieso que jamás he vuelto a ver una película de miedo, a sabiendas, y si me encuentreo un fragao de este tipo y a pesar de los años transcurridos, me voy de la sala. Sin duda alguna me cogió en mal momento y soy consciente que ahora ni a un niño de seis años no le asustaría asistir una proyección de la mencionada película . Y esto, como todo, tiene su explicación. Los bebés desde la cuna ya ven en la televisión cosas mucho peores.  Están acostumbrados.